Un fuerte y d0lor0so accidente estremeció la vía Atlixcáyotl la madrugada del pasado lunes.
Mesa de Redacción
Ciudad de México.- Un fuerte y d0lor0so accidente estremeció la vía Atlixcáyotl la madrugada del pasado lunes.
Lo que comenzó como un momento de adrenalina y juventud, presuntamente unos arrancones entre amigos, terminó convirtiéndose en una trag3d1a que hoy deja un profundo vacío en la comunidad poblana y en la Universidad Iberoamericana Puebla.
Rubén Alonso, quien iba al volante, y su amigo César Emilio perdieron la v1d4 al instante. Eran dos jóvenes llenos de planes, de sueños, de proyectos apenas comenzados. Junto a ellos viajaba Paulina, novia de Rubén y la única sobreviviente en ese momento. Fue llevada de emergencia aún con v1d4, aferrándose a una esperanza que hoy se apaga con la noticia de que ha sido declarada con mu3rt3 cerebral.
Los tres eran estudiantes, hijos, amigos, parte de una comunidad que ahora llora y se pregunta en qué momento la v1d4 puede cambiar de forma tan cru3l e irreversible.
Rubén había recibido el automóvil como un regalo de sus padres. Un detalle que simbolizaba confianza, independencia, un paso más hacia la adultez… sin que nadie imaginara que, sin quererlo, también se convertía en el vehículo que lo conduciría a la mu3rt3. Y con él, a dos jóvenes más.
Esta trag3d1a nos recuerda con d0l0r que la línea entre la emoción y el p3ligr0 es, a veces, demasiado fina.
Que un instante de impulso puede marcar v1d4s enteras.
Y que no existe mayor g0lp3 para una familia que perder a un hijo en una circunstancia que pudo evitarse.
Hoy, Puebla está de luto. Los pasillos de la Ibero guardan silencio. Y los corazones de quienes los conocieron buscan consuelo entre el llant0 y la reflexión.
Ojalá que este episodio, tan cruel como injusto, no quede sólo como una noticia más, sino como un llamado urgente a valorar la v1d4, a respetar los límites y a entender que ninguna emoción vale lo suficiente como para poner en riesgo todo lo que somos… y todo lo que podemos ser.
